En revista Gatopardo (junio 2007)
¿En qué lugar del rostro se esconde el alma? Si esta historia transcurriera en Verona, al norte de Italia, encontraríamos una respuesta sencilla: en la cuna de Romeo y Julieta el médico Cesare Lombroso creó el “positivismo criminológico”.
Existía, para Lombroso, la cara de asesino, el entrecejo de ladrón, el mentó de timador. El alma, creía, construye el rostro; cada uno, entonces tendrá la cara que se merece. Pero esta historia transcurre en el sur; y pero aún, en el sur del sur: en la Patagonia, donde el suelo se convierte en una letanía y el horizonte nunca termina y el viento es tan fuerte que a veces llega a borrar el pasado. Ésta es la historia de un presidente argentino con apellido de pintor alemán, estrábico, ceceoso, desgarbado, de considerable altura y barriga de oficina, con permanente sed de poder, obsesivo y solitario. Nadie se anima a decirle al rey que está desnudo y, por el contrario, hasta se le ha compuesto un curioso himno al estrabismo. José Pablo Feinmann (guionista, ensayista, alguna vez lúcido intelectual) explicó de este modo el cortocircuito en la mirada presidencial: “Kirchner con un ojo ve el todo, y con el otro ve el costado. Ése es su ojo sartiano. Para los políticos, el todo es el aparato estatal, que suelen confundir con el poder. Pero ninguno, salvo Kirchner, ve el costado, que es el Pueblo. (…) Su ojo es el único que pudo verlo”.
Néstor Kirchner fue el presidente argentino que asumió con menor cantidad de votos: 22,3% en las elecciones de 2003 (menos, aún, que Arturo Illia, el radical que presidió Argentina de 1963 con el peronismo proscripto y una avalancha de votos en blanco). En poco más de tres años cooptó a casi toda la oposición, bajo presión o por dinero, convenció al público de que encarna un proyecto “progresista” y sentó las bases de lo que pretende ser una dinastía K. Muy pocos saben dónde estaba, dónde estuvo, qué hizo, de dónde salió y, sobre todo, si –como aventuraba Goethe– será lo que ha sido.
(...)Para leer el resto del reportaje, suscríbanse. Todavía creo en los derechos de autor y propiedad intelectual.
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